“El niño aprende jugando”. Es una frase muy conocida entre el gremio docente, incluso en el estudiantado, que hace referencia a un aprendizaje a través del juego. Muchos entienden esta frase, la aceptan y la guardan en su repertorio de ideas didácticas. Pero muchos de estos mismos docentes dan pie a una gran contradicción: no quieren jugar, debido a que creen que es distraerse del aprendizaje y perder el tiempo.
Ms.Af. Julio M. Campos Alvarenga
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El niño aprende jugando, pero los docentes dicen que el juego es para el recreo y no para la clase.
El niño aprende jugando, pero los docentes dudan que pueden enseñar algo mediante un juego. O al menos, limitan la frase únicamente a valores morales y religiosos, por medio de ‘dinámicas’ (definidas por ellos mismos como un juego con una reflexión). Hay que aclarar en este punto, que el 100% de las cosas que se pueden enseñar, puede hacerse a través de juegos y actividades lúdicas, independientemente del nivel académico: desde aprender las vocales, a contenidos de posgrados; y su naturaleza: asignaturas científicas, humanísticas, valores, etc.
Los docentes, entonces, aplican inconscientemente la definición más pura de juego, y de ahí viene su justificación para limitar el juego al recreo. Podemos definir juego como una actividad que se realiza generalmente para divertirse o entretenerse y en la que se ejercita alguna capacidad o destreza. Posee tres características o condiciones que moldean su naturaleza:
- Genera placer y alegría (es un fin en sí mismo)
- Se hacen de manera voluntaria
- Se hacen en el tiempo libre
Los docentes, entonces, aplican inconscientemente la definición más pura de juego, y de ahí viene su justificación para limitar el juego al espacio del recreo.
El docente ve al juego precisamente como un juego, y en su naturaleza misma es así. Pero de ahí nace el término ‘juego dirigido’, que no es más que un juego (en su naturaleza más pura), que está orientado al cumplimiento de un objetivo concreto, en este caso, que los estudiantes aprendan algo en específico. Podría decirse que, de cierta forma, el juego pierde algunas de sus características, o al menos, las modifica. La más notoria es que no se realiza en el tiempo libre, ya que las clases son, por definición, lo contrario a tiempo libre. Por otra parte, al menos en teoría, no se hacen de forma voluntaria, pero en la práctica, podemos ver que todos quieren participar, aunque los estudiantes están “obligados” a hacerlo. Su característica principal sigue manteniéndose igual: genera placer y alegría, y aunque no es el fin último del juego en el aula, es algo inherente a la actividad y estará presente en su realización.
La paradoja se da entonces, porque los docentes no conocen realmente que es juego, sus beneficios y características. Mucho menos saben cómo organizar, planear, diseñar, adecuar y dirigir un juego para la enseñanza. Es más, la mayoría de docentes no tienen idea de que hay mucha teoría y fundamentación científica, de carácter biológico, psicológico, fisiológico, social, pedagógico, y sobre todo, un carácter integral que une o relaciona todos esos aspectos.
El docente que sabe, conoce y estudia todo eso, entiende que realmente el niño, joven, adulto y adulto mayor, si aprende jugando, sin dejar de lado que existen muchas otras formas de aprender, y trata de aplicarlo en sus clases, independientemente de la asignatura y nivel.
Es importante aclarar en este punto, que hay que lograr un perfecto equilibrio en las actividades de carácter lúdico (otro término a confundir o usar como sinónimo) y las actividades que son puramente académicas, tomando en cuenta también, los juegos que se realizan con el único fin de distraer o relajar a los estudiantes durante la clase que no tiene un objetivo meramente académico o formativo. A eso se le llama pausa activa lúdica (que, por cierto, también es fundamentada y es tema aparte).
Por otro lado, hablemos de otro tipo de aprendizaje: el aprendizaje natural, donde el niño va auto descubriendo y experimentando cosas que no conoce, las adapta a su realidad y construye su propio aprendizaje. Este tipo de aprendizaje se adquiere en cada acción del día a día, pero se facilita más con el juego, que surge natural y espontánea en los niños. Son situaciones fantásticas e irreales que ellos mismos crean y se sumergen en ellas. La misma naturaleza de explorar, descubrir, de curiosidad, crea las condiciones para que se aprenda mucho desde lo vivido en cada una de esas situaciones, y que dicho aprendizaje se vuelva significativo.
Resumiendo, la frase “el niño aprende jugando”, aplica perfectamente a su definición más pura, natural y espontánea.
Por otra parte, aplicado al ámbito educativo, es decir, orientado y dirigido, la frase podría cambiar a “el niño aprende con actividades lúdicas orientadas”. Habrá pues, que estudiar a futuro más en detalle la definición de lúdica y sus diferencias con otros términos como juego, diversión y recreación.
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