Ms.Af. Julio M. Campos
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El juego como estrategia pedagógica presenta 5 principios básicos
Principio de la significatividad: el juego está lleno de significado porque surge por motivo de procesos internos que es necesario provocar, inclusive propiciar, de manera intencionada (Einsen, 1994), debido a que los individuos con bajo aprovechamiento académico, su nivel de desarrollo lúdico se encuentra carente o ausente, por lo que el juego llega a desarrollar el conocimiento que necesitan para que se conecten de manera significativa con los retos que se encuentran.
La actividad lúdica favorece en el niño la instauración de la función simbólica y con ello el surgimiento interno del símbolo (Bruner, 1984), logrando aumentar la capacidad de su pensamiento. Así, el juego se presenta como uno de los primeros lenguajes naturales en el ser humano, mediante en el cual éste proyecta sus deseos, inquietudes, sentimientos, impulsos, miedos, necesidades y emociones que no puede expresar con palabras, reflejando con ello formas y mapas de organización de su personalidad.
Principio de la funcionalidad: el juego, al ser el primer contexto para el desarrollo de la inteligencia, la curiosidad y la iniciativa del infante (López y Montero, 2000), permite eliminar de manera inconsciente aquellos bloqueos que le impiden un cambio de actitud mental, lográndose durante el juego la innovación efectiva en los procesos del cerebro.
Principio de utilidad: el juego refuerza la motivación (soporte entre una actitud activa y el conocimiento) hacia un final satisfactorio: ganar. En ese sentido, el binomio juego – aprendizaje alcanza un estatus holístico que potencia los resultados docentes. Se juega para ganar, se gana si se aprende y si aprendes, ganas (Andreu y García, 2000).
Principio de la globalidad: el juego permite en el individuo facilitar la organización global de contenidos, procedimientos y experiencias diversas a través de la asimilación, la comprensión con significado y la adaptación de la realidad externa, pues surge como consecuencia de la imitación diferida (es en ese imitar, que se produce la asimilación de las situaciones y relaciones que se observan a partir de los modelos concretos) impulsando la creación de campos de acción, para que el niño organice sus conocimientos sobre el mundo y acerca de los otros, al permitir desarrollar el conocimiento que necesita para conectarse de manera significativa con los retos que se encontrará, a lograr experimentar el sentido de poder que surge de tener control y facilitar el desarrollo de una actitud positiva hacia el aprendizaje, al descubrir que es competente para solucionar de manera creativa los diversos problemas que se le presentan por medio del establecimiento de metas y de experimentar el sentido del éxito y la asociación a través del placer (Piaget e Inhelder, 2007).
Principio de la culturalidad: el juego es para el ser humano una importante herramienta culturizante, un vínculo generacional, pues en los primeros años es desarrollado en compañía de un adulto, estableciéndose una relación con éste que conlleva la formación de vínculos afectivos, adquiriendo de este modo una significación social. El juego presenta un gran poder socializante, pues ayuda al niño a salir de sí mismo; a comprender, aceptar, respetar y, algunas veces, hasta transformar las reglas que hacen posible una convivencia armónica y pacífica (Bruner, 1984).
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